Escrito por Laura Xicota, CEO & Co-founder de MERLIN DIGITAL PARTNER
Hace unas semanas, en un evento, surgió un tema que me dejó pensando (y sigo dándole vueltas): ¿qué significa ser una «buena persona» en el mundo actual? De hecho, se planteaba que ser un buen líder implica, necesariamente, ser una buena persona. Y ahí me asaltaron las dudas: ¿para la empresa? ¿Desde el punto de vista del candidato? Y, llevándolo a mi terreno, ¿ser buena persona es sinónimo de ser «normal»?
Y aquí es donde la cosa se pone interesante. Porque, ¿qué es «normal»? ¿Acaso existe una «normalidad» objetiva, o es solo una construcción social que hemos ido creando y modificando a lo largo de la historia? 🤔
Me incluyo en el saco, claro. ¿Tiene que ver con la generación a la que pertenecemos? ¿Con nuestra cultura? ¿Con la educación que recibimos? ¿Con nuestros valores? ¿Con las experiencias que hemos vivido? ¿Con los traumas que arrastramos? ¡Demasiadas preguntas para una pregunta aparentemente simple y «normal»! ¡Qué guasa!
Y es que, al final, la «normalidad» es un concepto resbaladizo. Lo que se considera normal en un contexto puede ser completamente diferente en otro. Reducir la «buena persona» a la «normalidad» sería simplificar demasiado las cosas. Sería como intentar encajar a todo el mundo en una campana de Gauss, cuando la realidad es mucho más rica y diversa, afortunadamente…
¿Sabías esto? “El concepto de ‘normalidad’ ha evolucionado significativamente a lo largo de la historia. Originalmente, se basaba en criterios estadísticos y médicos, pero con el tiempo se ha reconocido que la normalidad es un constructo social, influenciado por la cultura, la historia y los valores de cada sociedad. Los movimientos sociales y la psicología humanista han desafiado las normas sociales y han luchado por la inclusión y la aceptación de la diversidad.» Como veis, se habla de la ‘normalidad’ como conjunto, pero se entiende que ser ‘normal’ hoy implica ser categóricamente responsable con ‘tu persona’ (con todo lo que implique, claro)
En mi caso, esta reflexión me ha llevado a cuestionar, casi sin querer, mis propios valores. A veces, nos encontramos puntuando a los demás, juzgando sus acciones y decisiones. Pero también me he dado cuenta de la suerte que tengo de tener buena gente a mi alrededor, personas que me inspiran y me ayudan a ser mejor, cada una con su propia «normalidad».
Y que quede claro, ser buena persona va más allá de seguir las normas sociales. Para mí, implica actuar con integridad, empatía, respeto, responsabilidad y justicia. Es decir, sentido común. O común sin sentido, según se mire.
A lo que iba, implica tomar decisiones éticas, incluso cuando es difícil o impopular. Implica ser consciente del impacto de nuestras acciones en los demás y en el mundo que nos rodea. Implica, en definitiva, aceptar y celebrar la diversidad humana.
Así que, desde la perspectiva de la empresa, tener empleados que son percibidos como «buenas personas» construye una reputación positiva, fomenta una cultura organizacional saludable y aumenta la productividad. Los empleados que confían en sus líderes y compañeros son más propensos a ser productivos y comprometidos. Son esas soft skills que se comen a las hard…
Desde la perspectiva del candidato, buscar una empresa con valores alineados a los suyos es fundamental. Queremos trabajar en un lugar donde podamos ser nosotros mismos, sentirnos valorados y tener la oportunidad de crecer. Buscamos líderes que nos inspiren, nos apoyen y nos ayuden a alcanzar nuestro potencial, independientemente de si encajamos o no en el molde de la «normalidad». Exacto. Que te traten normal.
Entonces, ¿ser un buen líder es ser buena persona?
En mi opinión, sí. Un buen líder debe ser un modelo para seguir en términos de integridad, honestidad y transparencia. Debe ser capaz de comprender las necesidades y preocupaciones de su equipo, comunicar su visión de manera clara y motivadora, y tomar decisiones justas que beneficien a todos los stakeholders. Debe ser, en definitiva, un líder respetuoso, que valore la diversidad de pensamiento y cree un entorno donde todos puedan prosperar. Y saber pedir perdón cuando se equivoque, que eso, también es ‘normal’.
Como consultora de talento, intento priorizar todo esto en nuestros procesos. Todo el equipo respiramos igual. Lo llevamos latente siempre, y quizás eso es lo que nos diferencia. Buscamos personas que no solo tengan las habilidades técnicas necesarias para el puesto, sino que también compartan nuestros valores y tengan la capacidad de construir relaciones significativas. Buscamos personas auténticas, que se atrevan a ser ellas mismas, sin importar si encajan o no en las expectativas de los demás. Personas que marquen la diferencia por su ‘normalidad’. Esta es buena.
Me ha gustado escribir sobre esto. Llevo tiempo dándole vueltas y después del post de la semana pasada sobre si las buenas personas están infravaloradas, me quedé pensando más de la cuenta. Así que derramar mi postura, hablar con la gente para saber su opinión, reflexionar sobre qué representa en esta nueva sociedad que vivimos y cómo lo hacemos en Merlin, creo firmemente que ser buena persona, hoy en día, es un desafío constante.
No todo el mundo quiere, puede o sabe cuestionarse sus propias creencias, ser conscientes de sus prejuicios y esforzarse por ser mejores cada día. No todo el mundo quiere, puede o sabe vivir de acuerdo con sus valores, tomar decisiones éticas y actuar con empatía y responsabilidad. Porque construir un mundo donde todos podamos ser nosotros mismos, sin miedo a ser juzgados o excluidos, aunque suene de lo más normal, no es fácil.
¿Qué opináis vosotros? ¿Cómo definís la «buena persona» en el siglo XXI? ¿Creéis que la vida moderna nos dificulta ser «buenas personas»? ¿Y qué papel juega la «normalidad» en todo esto? ¡Me encantaría leer vuestras reflexiones en los comentarios!