Escrito por Laura Xicota, CEO Merlin Digital Partner
Quizás no es el mejor tema para estrenar el verano, pero creo que está en nosotros la responsabilidad de mejorar y trabajar en una mejor versión de nosotros y de lo que hacemos. Para eso nos pagan, ¿no? Por eso, me apetece compartiros este artículo, pues nace de mi compromiso como headhunter.
Como decía en el título, no es que tengamos un problema de talento, sino que hay un problema grave de visión y gestión. No faltan personas preparadas. Faltan estructuras que las reconozcan.
España podría ser una cuna de talento global, un país que innova, que lidera, que inspira. Pero solo si dejamos de mirar hacia otro lado.
España no está rota por falta de talento. Lo está (entre otras cosas, por supuesto…) por una combinación muy peligrosa: procesos obsoletos o poco profesionalizados, cultura empresarial opaca o nada definida y una economía que no acaba de apostar por el valor añadido.
Y, esto, ¿quién lo dice? Pues aquí os lo indico. Datos preocupante, pero, señores, no tienen por qué ser definitivos si nos unos unimos y trabajamos en conjunto, de verdad…
• Más de 2,5 millones de personas siguen en paro, muchas con formación media y alta.
• España tiene el segundo paro juvenil más alto de Europa (fuente: INJUVE, 2025).
• Más de 100.000 profesionales cualificados abandonan España cada año en busca de oportunidades (INE).
• Miles de vacantes siguen abiertas porque “no aparece el perfil ideal”.
• Solo el 1,4% del PIB se destina a I+D, frente al 3,1% de Alemania o el 3,2% de Suecia.
Desde mi humilde opinión, creo que nos equivocamos de lente con la que enfocar:
1. Por un lado, el filtro es equivocado. Buscamos experiencia exacta, pero no valoramos la adaptabilidad. Premiamos trayectorias lineales, pero penalizamos la reinvención.
Exigimos resiliencia, pero no damos espacio a la vulnerabilidad. (a veces, porque no hay margen de error por las empresas y también es lógico, lamentablemente)
2. Existe un desajuste entre lo que enseñamos y lo que pedimos. Formamos en conocimientos, pero seleccionamos por habilidades que nadie nos enseña: pensamiento crítico, iniciativa, comunicación, liderazgo emocional.
3. Una economía que no evoluciona al ritmo del talento. Tenemos personas formadas en digitalización, sostenibilidad, innovación… pero la mayoría de las oportunidades siguen en sectores de bajo valor añadido y con salarios estancados.
¿Qué podemos hacer (y ya estamos haciendo algunos)?
• Redefinir los procesos de selección: más mirada humana, menos checklist, por favor.
• Contratar por capacidad de crecer, no solo por lo que ya se ha hecho.
• Apostar por externalizar las contrataciones: acortar tiempos de incorporación, know-how de mercado, red de talento. No hay tiempo que perder, pero hagámoslo bien.
• Crear culturas donde el talento tenga voz, autonomía y espacio para equivocarse sin ser penalizado.
Supongo que os preguntareis porque me lo tomo tan personal. Seguramente porque no puedo evitarlo, una nace así, pero verlo todos los días, no genera alegría y me activa la máquina de pensamiento para ver qué podemos hacer. Me preocupa el impacto qué genera esta situación al núcleo fuerte del talento, desde dentro. ¿Por qué?
• Gente brillante que empieza a dudar de sí misma, especialmente jóvenes y generaciones + senior (la generación casi olvidada)
• Jóvenes que dejan de soñar con transformar nada.
• Profesionales que bajan los brazos porque “ya no sirve de nada luchar”.
• Personas con una trayectoria impecable que se sienten invisibles en su propio país.
Y eso no se mide en datos. Se mide en pérdida de energía, de esperanza, de impulso colectivo. España lo tiene todo y, sin embargo, no somos capaces de transformarlo (como los fonde NextGeneration). Tiene formación, creatividad, pensamiento crítico, empuje emprendedor, calidez humana, sentido común y mucha, mucha, capacidad de adaptación.
Tenemos talento. Tenemos alma. Tenemos fuerza. Lo que falta es un sistema que lo entienda y lo valore.